31 may 2008

MALABRIGO: LA OLA MAS LARGA DEL MUNDO

El puerto de Malabrigo se ubica a 94 kilómetros de la ciudad de Trujillo en el distrito de Andrés Razuri, provincia de Ascope. La playa ancha y ventosa, es arribo de diversas embarcaciones pesqueras debido a que en el extremo del muelle se encuentra la fábrica de harina de pescado más grande del Perú.

Antiguamente, el puerto era punto de desembarque de los esclavos que venían de África para que trabajen en las haciendas costeras del Perú.

Considerada por tener la ola más larga del mundo, es visitada por miles de turistas durante semana santa donde se celebra el Concurso Internacional de la Tabla.

PERFECTA HISTORIA

Cuando el laureado escritor norteamericano Ernest Hemingway estuvo en Perú en 1956, escribió un artículo sobre la costa peruana en la revista Look, donde decía "...elefantes blancos que rompían a distancia en perfecta forma”, nadie entendió el aviso.

Pasaron unos años más sin que este puerto fuese conocido. En el 67, cuando se realizó una nueva edición del Campeonato Internacional de Tabla Hawaiana, Check Shipman, el surf hawaiano cuándo volvía para su tierra natal, logró divisar por la ventana del avión interminables olas que lo hicieron saltar de la emoción. Obtuvo las coordenadas, y al llegar a Hawai se las envió a sus amigos peruanos.

La información llego a los hermanos Barreda quienes con sus demás compañeros salieron en busca de la mítica ola. Su transporte era precario pero aún así lograron seguir a una ola de dos minutos y kilómetros de recorrido. Intentaron guardar el secreto, pero los rumores hicieron que otros se aventurasen a encontrar dicha majestuosidad.

Fue ya durante el 68 que un grupo de amigos tomó varias fotografías que fueron publicadas en la revista Surfer. Desde ese momento el Puerto de Malabrigo abre sus puertas al mundo, a los amantes del surf y al turismo en general.

16 may 2008

SUEÑOS, LUCES Y VIERNES

Es viernes y los rayos del sol dan su último toque en la ciudad donde la magia y el misterio son sus eternos compañeros. Las calles dibujan un camino hacia el pasado decorando sus paredes con el legado histórico que lo caracteriza, pero hay desvíos donde el presente se enferma de una fiebre a causa de luces, música, alcohol y demás sorpresas que te puede ofrecer, un viernes por la noche, esta cálida ciudad de caballitos de totora y con la ciudadela de barro más grande del mundo. Dan las diez de la noche y el centro de Trujillo inicia una larga velada invitando a todos a la diversión y el ocio.

“¡Trujillo es fiesta!”, palabras sabias de un joven de 18 años quien vistiendo un elegante terno se dispone a ingresar junto con sus amigos al lugar donde quizás pierda la conciencia horas más tarde. Total es su fiesta de cachimbo. La inmensa cola se hace notar y con ella las euforias de estos individuos que buscan pasarla bien. Junto con la alegría, el marcado dejo de los lugareños logra diferenciar que en la larga espera no sólo existen ellos, sino también turistas y limeños.

“¿Brother, a cuánto la caja de Lucky?” –“seis soles cincuenta, joven”, el joven lo mira con enfado aludiendo que en la capital y mas aún en su barrio, chalaco de corazón, se compraría dos cajas. Minutos antes de la medianoche la calle se encuentra abarrotada por taxis, vendedores ambulantes, los famosos 911 de seguridad, y un sin fin de jóvenes luchando por tener un lugar en la flamante discoteca “Mekano”.

El interior del recinto decorado con auto partes de automóviles en las paredes, escudos de los diferentes clubes de carreras y para los amantes de la lencería, un surtidor de tentación al rojo vivo. La música no deja escuchar a un grupo de ocho jóvenes provenientes de la ciudad de Lima quienes, admirados con la infraestructura del local, inician con el proceso de la “chancha” para comprar la gasolina que encenderá sus motores durante toda la noche. Es el único grupo que se quedo en la barra y después de un par de horas el ron y el vodka se convirtieron en sus mejores aliados.

Derrochaban flashes de emoción, nostalgia, y todo eso se veía reflejado en sus rostros brillosos por el desgaste físico que hacían al bailar. Abrazos, besos y recuerdos inundaban la circunferencia que formaban estos jóvenes. Saltos y gritos como si se tratase de un preso con su notificación de libertad.

El DJ escogía los sonidos con gran ahínco como si estuviera en una gran faena donde lo único que le importaba era la miel y el sabor del poder de sus manos. El reloj daba las tres de la madrugada y la pista de baile se encontraba repleta de personas, algunas pasaditas de copas esas que mencionan cada cinco minutos “¡Eres el mejor bro!”; otros que suplicaban por el beso de su amada, amada que no quería ser amada; las infaltables parejas de enamorados, casados y trampas. Todos reunidos en el mismo lugar, con la misma melodía pero con diferentes costumbres.

Los recuerdos ya estaban grabados en los pequeños dispositivos que “La juerga Trujillana” se encargaba de plasmar todas las noches. Recuerdos que quizás nunca se borren de sus memorias, que al ver la pequeña imagen hagan saltar sus corazones de alegría. “Chicos, ¿una foto?” –“¡Obvio que sí!”, e inicia la apretadera: sus rostros sonrientes aunque vacilantes debido al paso del alcohol por sus venas, señas con las manos advirtiendo al reportero gráfico que la están pasando demasiado bien, y el que bebió toda la gasolina y ahora tiene sus motores peor que un carro de formula 1, muestra con actitud el carnet de prensa de dicha agencia. “¿Desean una foto?”, ellos se miraron y asintieron con la cabeza. Junto al dispensador de alcohol donde es posible tener un vaso de vodka color verde, se dispusieron a posar para la diminuta cámara. Ella demostraba felicidad y luminosidad como si se tratase de una súper estrella, donde cada brillo de su interesante atuendo iluminaba el rostro de su dulce acompañante. Sonrieron, como si se tratase del último cuadro pintado que tuvieran juntos, en donde sus pequeños y grandes sueños irían a un lugar donde quizás ellos no tuvieran pases para ingresar.

La última campanada de la noche daba las cinco y media de la madrugada, y con ella se iban los valientes, que lograron bailar la última canción; mientras que los sobrevivientes ante la gran travesía, luchaban por mantenerse aún de pie. El lugar poco a poco quedaba a la expectativa de los juergueros, mesas vacías, pero llenas de emociones y alegrías que solo en un par de horas o más te puede dar una noche. Una noche que muchos no planean, una noche que puede ser la ultima para algunos, una noche donde deciden tener un futuro en sus vidas, una noche donde encuentran a sus verdederas almas gemelas o simplemente una noche de tabaco y alcohol, quienes transformando los cuerpos, logran mantener una relación entre la melodía y el inconciente de sus memorias.

Y por fin se abre el gran portón, aquel que te lleva al mundo real donde historias como esta no caben en la mentalidad de las personas que se disponen ir a su centro de trabajo, mientras que los vendedores ambulantes logran arrebatar las últimas monedas de sus enardecidos clientes, se observa a aquel grupo de jóvenes saliendo con un sin fin de recuerdos, mostrando en sus rostros signos de satisfacción, abrazados uno que otro debido al índice mayor de alcohol en sus cuerpos, pero esto no es motivo para dejar de decir: “¡Fue lo mejor! ¡Ustedes son mis mejores amigos!”, confesiones de ese tipo y otras se disuelven en el aire frío mañanero de esta ciudad.

Todo lo que una noche puede crear es realmente impredecible, desde botellas de cerveza hasta un fino y elegante wisky, la música del momento y luces de colores por doquier hará de esta noche, la mejor e inolvidable visita al lugar de tus sueños. Como dijo mi salsero mayor, Héctor Lavoe, “Todo tiene su final, nada dura para siempre, tenemos que recordar que no existe eternidad”. Los taxis se encuentran ya en disposición. Es hora de partir.